mis padres solían tener
este juego fabuloso:
aunque los propósitos permanecen ocultos
el juego llegó a la relación
como una moneda de cincuentacentavos extraviada
o perdida
en alguna calle
de la ciudad de méxico
parecía decir: ¡oye!
¿me vas a levantar
o qué?
llevo aquí todo el día
y sólo quiero volver a casa,
estoy cansada.
en aquél entonces papá
pretendía mandar dinero
-en vez de amor-
a la tarjeta bancaria
de mamá.
como el cajero automático estaba
a una hora de distancia
solíamos cruzar toda la ciudad
en nuestro vocho 70
sólo para descubrir
que no había dinero
ni amor
ni ninguna otra cosa dentro
de la tarjeta
de mamá
de la amante de papá
o del perro de los vecinos.
me sentí tan triste
sólo quería un par de calcetines nuevos
un lápiz verde
y tal vez
un pececito azul
cuyo amor no se me escapase
de las manos
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Bonus track para la edición traducida al inglés de Un rezo para mi padre