Quilmes,
mucho antes de ser ruina fue un poema […] Los valles de Calchaquíes vienen a
nosotros desde la amplitud máxima de la historia. Están ahí a la vista de
todos, entre las gentes, como memoria viva de un pueblo en resistencia […] Por
eso Tucumán se escribe con una letra t, pues
hay en ello algo de cruz y de calvario.
Juan Bautista Ambrosetti, La antigua ciudad de Quilmes, Forgotten Books, Londres: 2019.
La noche anterior habría soñado con cosas muy divertidas. Pensé entonces en una roca negra y en una roca azul. Pensé en las ruinas de Quilmes ardientes sobre el cielo de Quilmes, recortadas sobre las luces de un amanecer. Un cielo desordenado y sin poema: sin más paisaje y sustantivo sino etcétera etcétera. Cielo desordenado, hecho de tierra, como dios en la tierra, dolido del mundo y naciendo en paisaje sobre todas las cosas, en todas las cosas. Cielo doblado en el punto más pretérito de la angustia en que la primavera desciende y se levanta sobre valles y montañas como puntos continuos y quebrados de una cordillera infinita. Montañas de orden invertido naciendo en oscura metáfora desde el lejano mil seis sesenta y siete. Naciendo torrente sangriento, lastimero, duro y remoto. Pero todo se acabó. No queda nada. Nada de nuestras almas que se tocan y se pierden rompiendo en altas ruinas de los amores perdidos y olvidados en donde estamos, amor mío. Pero todo terminó. No queda nada. Años más tarde recordaría la noche en que los cactus fueron nuestra única compañía. Escribí.
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