Como corrientes de carne
que surgen a través
de un despertar sin fin:
siempre alertas a la oposición taciturna de la noche;
gritos y juegos cantan y recitan alabanzas para la tierra.
Las muñecas no paran de combatir esgrima,
piensan en un pieza faltante y la crean.
La sien
se siente como un nudo de cal sobre los pechos que el hombre rompió.
Mientras tanto,
la serpiente se empeña en imaginar un ataud
donde morir.
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